| El Jueves ocho de Marzo falleció el padre de mi primo Daniel. La muerte siempre es un tema muy difícil de tratar ya que nos produce un rechazo derivado de la pequeñez que sentimos frente a ella que nos grita en la cara que somos dueños de muchas decisiones pero no tenemos posibilidad de incidir en el dia de nuestra muerte ni en el de nuestro nacimiento. Esto nos lleva a enfrentar la realidad de quienes somos. Esta semana, nosotros los Judíos leemos la parashá (porción de la Toráh) que habla del pecado del Becerro de Oro y mientras escuchaba la lectura hoy a la mañana no pude dejar de pensar en que el tema estaba relacionado íntimamente con la pequeñez del hombre frente a tantas cosas. Que llevó a aquel pueblo que unos días antes había asistido a la revelación en el Monte Sinaí del poder de HaShem a crear una imagen ante la cual prosternase? Como es posible que quienes habían asistido como testigos directos a las plagas de Egipto, a la apertura del mar, de pronto se sintieran en necesidad de crear un ídolo al que adorar? Quizás peque de atrevido, pero entiendo que el problema es la falta de fe. No la falta de creer en la existencia de HaShem, sino la falta de una fe absoluta, de aceptar plenamente que Él todo lo puede, de saber, no de creer, sino de saber que hablamos de algo diferente a lo que es un ser humano, algo sin fin, sin límites. Nuestros antepasados cometieron el mismo error que cometemos hoy la mayoría de las personas, pretendemos entender lo que no entendemos, pretendemos saber lo desconocido de forma de no sentirnos apabullados por la grandiosidad y por lo tanto, reducimos todo a medidas humanas, pretendemos transformar a HaShem en algo que podamos tocar, sentir, ver y así sentirnos más cerca de Él sin tener que aceptar que somos muy pequeños y que (como en el caso de la muerte) hay cosas que no dominamos. Crearon una imagen de oro, lo cual no les exigía trabajar sobre ellos mismos, sobre su fe, sobre las limitaciones de todos nosotros y así poder creer pero sin tanto esfuerzo, sin tanto estudio, sin creer ciegamente, ya que todo lo que vemos, todo lo que podemos tocar, todo lo que sabemos que fue construido por alguien, lo sentimos en un plano no demasiado superior al nuestro y por lo tanto es posible ser devoto pero a veces dejar de serlo. La exigencia de HaShem no fue ni es que seamos ángeles, tan solo que entendiéramos que nuestra función básica es la búsqueda de ser mejores cada día, de vivir según las leyes que Él nos dio. Pero…que difícil que es eso! Qué difícil es estar a la altura de las exigencias no en apariencia, sino dentro nuestro. La comprensión de esto es la base de la fe de Israel. Solo cuando somos capaces de saber que cada uno de nosotros tiene capacidad de hacer cosas, de fabricar, pero que no podemos crear de la nada, no podemos a través del verbo hacer que nazcan criaturas, montañas y mares. Y saber que el amor de HaShem hacia nosotros parte de que todos nosotros y todas las cosas provienen de Él. Que básicamente todo lo que existe es bueno, ya que todo proviene de HaShem, que el Hombre es en su fibra intima bueno. Que incluso el instinto del mal es bueno, ya que de Él proviene, que tan solo a nivel humano existe el mal y que ese mal tiene como función abrirnos los ojos y desear el bien. Solo sabiendo esto podemos llegar a cumplir con nuestro cometido y dejar de temer a la muerte, dejar de creer que podemos hacer cosas sin que HaShem nos vea. Que no debemos cuidar las formas tan solo cuando alguien nos mira, ya que hay alguien que siempre nos mira. Solo aceptando nuestra pequeñez y deseando crecer podemos llegar a ser seres que se sientan bien consigo mismo a pesar de no ser perfectos. Es que no podemos alcanzar la perfección. Pero podemos aceptarnos como somos e intentar trabajar sobre nuestros puntos débiles, la cólera, el ego, etc. |
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