sábado, 22 de junio de 2013

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De pronto, sin querer, busqué sus ojos y no...
IaIr Menachem 22 de junio de 2013 22:59
De pronto, sin querer, busqué sus ojos y no los vi; no a la distancia relativa de su voz, de su nariz, de la sensación de los vellos suaves de su antebrazo movidos por la brisa a rozar la espalda de mis dedos; no estaban allí donde solían. De lento, sin querer, se fue fijando bajo mis ganas su imagen desojada, su imagen toda ya no diciendo más -y acaso no habiendo dicho nunca- todo lo que sus ojos me decían. (Ahora se me ocurre que debió haberme inquietado también que ya no viera -y que acaso nunca hubiera visto-, pero me supo y aún me sabe indiferente).

Evoqué todo lo que habíamos visto juntos, cuando lográbamos cerrar los ojos al mismo tiempo y sincronizar las ganas. ¡Vaya de colorantes artificiales que usábamos entonces! Veíamos cosas en fucsias y turquesas imposibles, en semitonos que habrían desbordado a la prehistoria de photoshop. Aromas cálidos y sabores asintóticos de diez, piel de jazmín, y el clamor guerrero de diezmil alas de gaviotas mancas intentando volar, dispersas, a la vez. La sincronía voraz tornaba irrelevante a la sinestesia.

Busqué su rostro y me encontré de pronto con sus ojos solos y sin sentido. Evoqué las peras mordidas de a dos, los conciertos de Beethoven con un auricular para cada uno elevándonos unos metros por encima de la patética realidad de nuestro viaje frecuente en tren al suburbano; el aroma inaudito de un geranio rebelde que merecería nuestros piropos y frases de aliento. Ante cada evocación, sus ojos suspendidos se movían prestos. en la dirección y sentido a que la evocación de otros sentidos se traducía. Estaban sus ojos donde sólo los ojos, como donde el rostro prescindiendo de ellos.

Tragué instantes, en que pensé urgentemente acerca de la necesidad de pensar con serenidad. Urgía pensar sereno, qué gracia: tomé algunas herramientas del lavabo, y me dispuse a descomponer la sinrazón en sus partes, para aislar a la urgencia de la serenidad, y tras descartar a la primera, hacer que abrazara la segunda a mi pensar. En eso estaba cuando de repente, sin querer, busqué sus ojos, y los hallé dentro de mí. Me sonrío otra vez al evocar lo que no dejo de pensar desde ese instante: sólo falta que se dé cuenta.

(C)opyLeft al estilo de una carta en botella, iaIr menachem :-)

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