miércoles, 29 de enero de 2014

[EVIDENCIA: Información Relevante y cosas que hay que saber] *** Invierno primaveral: Suplicamos ser...

IaIr Menachem
IaIr Menachem 29 de enero de 2014 16:16
*** Invierno primaveral: Suplicamos serenidad para buscar,
y enterramos lo hallado entretanto. ***

Unas pocas flores solitarias, pioneras, en el bosque de invierno primavero. Una película primaveral en pleno invierno.
De hecho, el invierno de Israel es siempre como una película superpuesta a lo que hay: en su mejor versión, sufriremos frío de vientos, lluvia feroz, felices por la cosecha bendita que la inclemencia de hoy nos promete.

Un invierno primaveral como éste, sin lluvias, duele a quien cree en el orden cósmico y a quien paga caro por el agua, que se vuelve tan escasa.
¡Ay de ese dolor!, que por él no veremos la invasión primaveral, ni sentiremos la caricia inesperada: el asalto a los órdenes de tiempo y clima por las fuerzas de la paz, de la belleza y el amor.

Acaso, es lo que nos ocurre todo el tiempo, como en este mes de Shvát en Israel: vivimos en una fantasía. En general, soportamos las tormentas del presente por fuerza de la placidez..... que habrá mañana. Mas el invierno primavero no provee sufrimiento que atribuir a un premio.
En general, aprendemos a pasar todas las pruebas para construir por fin un sueño alto. Mas el invierno primavero no da lluvias, no da vientos, y las flores saltan y salpican por doquier.

Y aún -¡seamos libres!- sentimos necesidad de sufrir, de pagar, de merecer y pasar pruebas -si no por el medio, entonces por el fin que damos innecesariamente por perdido-: nos lamentamos por la sequía e ignoramos las flores, evocamos la olla de carne, y olvidamos la libertad. Añoramos la serenidad para buscar, en tanto enterramos lo hallado.

Y sólo se trata de perseguir el horizonte como siempre, mas por un camino alterno. Atrevernos a conocer un nuevo invierno en deleite amable y en belleza, sustituyendo al esfuerzo y la pena que habituamos -caminantes agobiados por nuestro clima invernal-.
Parece que sólo nos toca aprender de nuevo: enamorarnos del bien, de la abundancia, de la gracia y la belleza inesperada, que aprendimos a traducir por obstantes a una solución racional para los problemas que imaginamos, desde causas y consecuencias que conectamos por error.

Y hay que amar a estas flores repentinas, y entenderlas pioneras que inauguran un camino en éste tu momento, en este ahora. Un camino diverso en la vida, en que la felicidad se impone a la tristeza y la aritmética se encuentra con la fe, en que las buenas nuevas que imploramos se realizan: movidas por la fe que sabe prever deleite del que nacerán deseo y voluntad, que con ayuda de lo Alto todo pueden.

¿No hablamos siempre de eso? Que lo que da origen a la pena se invista de esperanza buena y fe; que nos sometamos, sí, con gratitud, a la felicidad y no al dolor; que la luz de lo oscuro distingamos; y que pongamos por condición dulzura al establecimiento de fines, de objetivos, de prioridades y actitud en cada etapa.

Todo es redondo, y el final reúne los colores del origen. Este, y no otro, es el secreto. Disfrutar de todo de cuanto hoy nos lamentamos. Con aprecio y gratitud aproximar a nosotros cuanto hay, para que sus causas se conviertan y engendren el fruto precioso del más puro e íntimo deseo.
Convertir en montaña el agujero.
Entonces nacerá la anémona roja, indiferente al invierno. Vendrá a primaverar nuestra conciencia, justo en invierno.

Invierno primaveral en mi bosque. Invierno imaginario, especial en su misión de desnudar a nuestros ojos el carácter imaginario de todos los inviernos.
Chispea una flor, en el bosque en este invierno, donde el corazón despierta en borbotones.
Al fin y al cabo, la flor es belleza, promesa. La flor es bien.
Y al fotografiarla, la eternizo en hoy, y la subo hasta los cielos para exhibir mi tesoro: la flor que se yergue valiente a desafiar al invierno, a combinarlo en sus colores, a hacerlo primavera en mi parcela.

iaIr menachem

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